Socialistas y populares, culpables de la destrucción de la democracia

09 de Junio de 2024
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Sánchez y Feijóo en una imagen de archivo. Operación
Sánchez y Feijóo en una imagen de archivo.

Hoy los ciudadanos europeos están llamados a las urnas para elegir a sus representantes en el Parlamento Europeo. Todas las democracias se enfrentan a un ascenso de la extrema derecha y los partidos tradicionales (Socialistas y Populares) se está refiriendo a este fenómeno como la gran amenaza para los sistemas democráticos y para el bienestar de la ciudadanía.

No obstante, en ese análisis se plantea sólo el elemento político e ideológico, olvidándose de la autocrítica porque, en primer lugar, existe una causalidad directa entre el crecimiento del populismo ultra y los errores de las etapas de gobierno y la errática agenda social tanto de socialistas como de populares.

En segundo término, la subida de las formaciones de extrema derecha no tienen la exclusividad de ser la amenaza más grave para las democracias, sino que hay otra que está soterrada y de la que son cómplices tanto los partidos socialistas/socialdemócratas como los que conforman el Partido Popular Europeo.

Este fenómeno no es exclusivo de la Unión Europea, sino que también afecta a los Estados Unidos y Canadá.  

El sistema global de secreto financiero es la gran amenaza para las instituciones democráticas y una carga para el desarrollo económico, pero hasta la fecha ningún gobierno democrático ha pedido su eliminación.

El profundo daño que está causando el sistema global de secreto financiero fue explicado claramente por Charles Davidson y Ben Judah y documentado minuciosamente por Raymond Baker. En más de 70 jurisdicciones de todo el mundo, millones de cuentas ocultas, fideicomisos secretos y corporaciones anónimas permiten a las personas ocultar su riqueza y evadir impuestos. Se estima que este sistema global contiene más de 50 billones de dólares y, además, es utilizado por líderes políticos, funcionarios públicos de todo el mundo y por las más importantes corporaciones multinacionales.

El sistema global de secreto financiero facilita la evasión fiscal a escala masiva, lo que reduce la base impositiva, reduce los ingresos por servicios públicos y traslada la carga fiscal a las clases medias y trabajadoras. Amplía las disparidades en ingresos y riqueza y exacerba las desigualdades sociales: mientras las élites evaden sus responsabilidades de pagar su parte justa de impuestos, aun cuando se benefician de las protecciones legales que brindan los gobiernos liderados por socialistas y populares, se espera que las clases media y trabajadora respeten las reglas.

La ciudadanía de estas democracias siente, y con razón, que las reglas están escritas solamente para beneficio de las élites. Las desigualdades parecen aún más pronunciadas cuando los ciudadanos descubren que funcionarios públicos de todos los ámbitos, incluidos jueces y fiscales, ocultan su riqueza en jurisdicciones secretas en lugar de respetar las leyes. Los socialistas y los populares son responsables y cómplices del sistema de impunidad que se ha creado.

Las ramificaciones políticas son perniciosas: el sistema global de secreto financiero rompe el contrato social sobre el que se construyen las sociedades democráticas y alimenta la desconfianza y el resentimiento hacia las instituciones.

La insatisfacción con la democracia a nivel mundial ha alcanzado su punto más alto. En los principales países democráticos, apenas un 30% de la ciudadanía reconoce tener una confianza alta o moderadamente alta en su gobierno nacional. Los populistas de extrema derecha explotan esta desconfianza y amplifican los resentimientos para socavar las normas democráticas.

El secreto financiero, por otro lado, impide la capacidad de los gobiernos para hacer cumplir sus leyes. Por ejemplo, los oligarcas rusos sancionados ocultan sus activos en Europa y Estados Unidos detrás de fideicomisos opacos, lo mismo que las empresas fantasma de entidades chinas acusadas de violaciones de la propiedad intelectual o de espionaje industrial.

La mera existencia de estas jurisdicciones opacas permite que la corrupción sea utilizada como elemento geoestratégico para influir en las decisiones gubernamentales de países democráticos y sobornar a líderes de países en desarrollo para obtener acceso a los mercados.

Los cleptócratas autoritarios dependen del secreto financiero para trasladar su riqueza obtenida del crimen a jurisdicciones seguras, como Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea, donde la riqueza disfrutará de protección legal. El secreto financiero oculta así el saqueo cleptocrático y permite la gran corrupción en todo el mundo.

La corrupción es una sangría importante para el desarrollo económico y social de los países democráticos. Desvía riqueza a escala masiva, estimada en más de 3,5 billones de dólares al año, equivalente a más del 5% del PIB mundial.

De haber tenido gobiernos socialistas o populares comprometidos con su ciudadanía y no vendidos a los intereses de los poderosos, esa riqueza podría haberse destinado a mejorar escuelas, administrar hospitales o ampliar las infraestructuras.

Sin embargo, nada de esto se encuentra entre las promesas de socialistas y populares, ni siquiera de la extrema derecha. Todos son cómplices de la corrupción de la que se benefician las élites que les mantienen en el poder. En consecuencia, la democracia está en peligro, sí, pero no sólo por la extrema derecha, sino porque los partidos que se declaran demócratas son los beneficiarios de un sistema basado en mirar para otro lado.

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